sábado, 23 de junio de 2018

La verdadera RIQUEZA


La riqueza no sólo se traduce en “dinero”; es mucho más que eso. Se trata del “ser humano”. Hemos denigrado tal concepto que hemos puesto lo material, el dinero, como prioritario, como el objetivo a alcanzar. El dinero está sólo a nuestro servicio y nos debe ayudar a alcanzar nuestros sueños, a tener “para compartir”, cuidar lo que tenemos y nos da de vida como la madre naturaleza... y no para hacernos “ogros” comiéndonos y pisoteando al hermano con tal de alcanzarlo. A esto último se llama “mediocridad”, falta de originalidad, vacío espiritual.

El dinero es el causante de grandes injusticias y, por lo mismo, el que lo obtiene sin sacrificios, hasta se vuelve monstruo de los demás, de la misma naturaleza. El dinero, pues, debe estar al servicio del hombre; debe “servir”, ayudar; mejor aún, debe “dignificar”.

Estamos tan mal educados a este respecto que hasta los “puestos políticos” son tan “deseados” por lo que en ellos se puede “ganar” materialmente hablando, y olvidando lo esencial, lo que lo debería mejor caracterizar: “servir” al pueblo, “ayudar”. Pocos piensan verdaderamente en esto.

El valor más grande que el mismo dinero, lo material, es el “valor humano” como la “honestidad” curiosamente encontrado más fácilmente entre los que “menos tienen”. Así, en nuestra sociedad hay muchos “ladrones” muy bien vestidos con la mente embotada por el poder, la ambición… porque no les alcanza (ni les alcanzará nunca), el dinero, el poder, no les llena. Piensan en el binomio dinero-poder como felicidad, no tienen otro valor; no disfrutan la vida y piensan que llenando sus bodegas, sus cocheras… llenarán su espíritu. De ahí el dicho de “son tan pobres que lo único que tienen es dinero”. Si es así  ¿Cuántos pobres ricos, mediocres no tenemos en la sociedad comenzando con los que supuestamente están “para servir” al pueblo (políticos)?


Pero el dinero es “bueno” cuando es un “medio” y no un fin; cuando nuestro corazón no se queda en él sino que ve más allá: “ve al hermano” y piensa en ayudar, a levantar…

Nacimos pobres quizás (materialmente hablando) pero aquí puede estar nuestra riqueza espiritual que, no teniendo lo material, indispensable, sobre todo el dinero, aprendamos lo que podemos hacer sin él; sin él a menos al principio porque con unidad todo se puede lograr. Conocemos otros valores como el de ganarnos el pan con nuestro sudor, con trabajo, mejor dicho, “no robando”. Quería decir “ganarnos con trabajo lo que “merecemos” pero ni esto se aplica en un sistema tan injusto que quitan aún de más a los que menos tienen, donde se hace trabajar más que lo que se paga, los salarios son inestables y desiguales, “injustos”, peor aún, para los que no tienen estudios pues “no hay oportunidad”, sólo se trabaja para “sobrevivir”. En esto es en lo que deberían de trabajar los gobernantes “Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un novillo de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman…” (Éxodo 32,8). Esto es un egoísmo, una desigualdad y ambición desmedida. Estamos “mal educados como sociedad” que hasta por él (dinero) llegamos a “matar” ¡Qué mediocridad! dar la vida por un ídolo que no siente, no ve, no se mueve: el dios dinero; un dios que en lugar de dar vida da muerte incluso al que lo obtiene malamente.


"Hay cosas que el dinero no puede comprar como la felicidad,
unidad, felicidad, amor..."
 Unirnos, pues, ya es una riqueza alcanzada entre los que menos tienen; se fortalecen sueños, se lucha por lo que se quiere, se adquiere más valor humano a falta de él (dinero); se valora más la compañía humana: al hermano (a) que te ayuda en la adversidad, al amigo… es el crisol donde se prueban los corazones, donde aflora más eficazmente “la humildad”, la paz, serenidad por no deberle nada a nadie (moralmente hablando) antes que haber dado la mano. Esa es la Paz interior: saber ver al hermano, verlo, “servirlo”, amarlo porque sabe lo que “se padece” y, por ello, se compadece. “nadie comprenderá mejor al hambriento que quien lo ha padecido”. Somos más humanos, orginales; somos "más hermanos".

Dice sabiduría: “la muerte es terrible para el impío (rico),” que disfruta de la tierra con injusticias, para el que no sufre y además pisotea al prójimo con tal de defender (se) su placer y comodidades; para el que, en pocas palabras, es “cobarde”, porque no sabe o supo luchar por sus ideales honestamente, más preciados que el mismo dinero y se aprovecha de los demás; porque se queda en el confort y se acostumbró; “en lo que ve” y donde Dios (justicia) no aparece, no le conviene que exista; en cambio para el justo es hasta “deseable” porque no es fácil saber amar y lo hace; porque implanta justicia, restituye, dignifica y le da más importancia a lo esencial, a lo que le trae paz: “el amar”. El que hace esto ya tiene su felicidad anticipada, una probadita de su futura cosecha. Por eso la muerte no es algo temible más que “esperanza”, descanso después de una ardua jornada de trabajo en su paso por este mundo. Se trata pues, y más con el dinero, de implantar justicia, el reino de Dios; de usarlo para “amar”, dignificar…
El dinero es ese punto medio, el pretexto, el anzuelo, la herramienta para poder ayudar o corrompernos y dividir más que sumar; para sembrar muerte, odio, miedos con tal de conseguirlo. Así, tenemos la oportunidad de fortalecernos o “destruirnos”; de ser, o egoístas o empáticos con el hermano. Sólo el débil da su corazón, incluso la vida misma, al dinero, pensando que es “lo esencial” y no un medio para “ser mejores” no sólo material sino moral y espiritualmente.
Sólo hasta que se haya talado el último árbol,
contaminado el último mar y muerto el último pez,
el hombre entenderá que no se puede comer el dinero.

El único gran rival y que puede estar por encima del dinero, el que trae paz y seguridad, serenidad… es “el amor”. Curiosamente éste atrae todo lo que necesitas o sabes luchar honestamente. Es el motivante puro y el que ama sabe “usar” el dinero y no “quedárselo”. Sólo los vacíos le dan más valor de lo necesario y lo “guardan”, se lo quedan en lugar de compartirlo y hacerlo rendir para “ayudar”... son egoístas, solitarios.

¡Ojo pues! “ganar dinero” no precisamente te hace mejor persona, al contrario, te puedes corromper y perder más oportunidades para tu paz interior, para ganar a Dios, el reino (amor). “Gánense amigos con el dinero tan lleno de injusticias”. (Lc 6, 9-15)