La riqueza no sólo se traduce en “dinero”; es mucho más que
eso. Se trata del “ser humano”. Hemos denigrado tal concepto que hemos puesto
lo material, el dinero, como prioritario, como el objetivo a alcanzar. El
dinero está sólo a nuestro servicio y nos debe ayudar a alcanzar nuestros
sueños, a tener “para compartir”, cuidar lo que tenemos y nos da de vida como la madre naturaleza... y no para hacernos “ogros” comiéndonos y
pisoteando al hermano con tal de alcanzarlo. A esto último se llama
“mediocridad”, falta de originalidad, vacío espiritual.
El dinero es el causante de grandes injusticias y, por lo
mismo, el que lo obtiene sin sacrificios, hasta se vuelve monstruo de los demás,
de la misma naturaleza. El dinero, pues, debe estar al servicio del hombre;
debe “servir”, ayudar; mejor aún, debe “dignificar”.
Estamos tan mal educados a este respecto que hasta los
“puestos políticos” son tan “deseados” por lo que en ellos se puede “ganar”
materialmente hablando, y olvidando lo esencial, lo que lo debería mejor
caracterizar: “servir” al pueblo, “ayudar”. Pocos piensan verdaderamente en
esto.
El valor más grande que el mismo dinero, lo material, es el
“valor humano” como la “honestidad” curiosamente encontrado más fácilmente
entre los que “menos tienen”. Así, en nuestra sociedad hay muchos “ladrones”
muy bien vestidos con la mente embotada por el poder, la ambición… porque no
les alcanza (ni les alcanzará nunca), el dinero, el poder, no les llena.
Piensan en el binomio dinero-poder como felicidad, no tienen otro valor; no
disfrutan la vida y piensan que llenando sus bodegas, sus cocheras… llenarán su
espíritu. De ahí el dicho de “son tan pobres que lo único que tienen es
dinero”. Si es así ¿Cuántos pobres
ricos, mediocres no tenemos en la sociedad comenzando con los que supuestamente
están “para servir” al pueblo (políticos)?
Pero el dinero es “bueno” cuando es un “medio” y no un fin;
cuando nuestro corazón no se queda en él sino que ve más allá: “ve al hermano”
y piensa en ayudar, a levantar…
Nacimos pobres quizás (materialmente hablando) pero aquí
puede estar nuestra riqueza espiritual que, no teniendo lo material,
indispensable, sobre todo el dinero, aprendamos lo que podemos hacer sin él;
sin él a menos al principio porque con unidad todo se puede lograr. Conocemos
otros valores como el de ganarnos el pan con nuestro sudor, con trabajo, mejor
dicho, “no robando”. Quería decir “ganarnos con trabajo lo que “merecemos” pero
ni esto se aplica en un sistema tan injusto que quitan aún de más a los que
menos tienen, donde se hace trabajar más que lo que se paga, los salarios son
inestables y desiguales, “injustos”, peor aún, para los que no tienen estudios
pues “no hay oportunidad”, sólo se trabaja para “sobrevivir”. En esto es en lo
que deberían de trabajar los gobernantes “Pronto
se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un novillo
de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman…” (Éxodo
32,8). Esto es un egoísmo, una desigualdad y ambición desmedida. Estamos “mal
educados como sociedad” que hasta por él (dinero) llegamos a “matar” ¡Qué
mediocridad! dar la vida por un ídolo que no siente, no ve, no se mueve: el
dios dinero; un dios que en lugar de dar vida da muerte incluso al que lo
obtiene malamente.
"Hay cosas que el dinero no puede comprar como la felicidad, unidad, felicidad, amor..." |
Unirnos, pues, ya es
una riqueza alcanzada entre los que menos tienen; se fortalecen sueños, se
lucha por lo que se quiere, se adquiere más valor humano a falta de él
(dinero); se valora más la compañía humana: al hermano (a) que te ayuda en la
adversidad, al amigo… es el crisol donde se prueban los corazones, donde aflora
más eficazmente “la humildad”, la paz, serenidad por no deberle nada a nadie
(moralmente hablando) antes que haber dado la mano. Esa es la Paz interior:
saber ver al hermano, verlo, “servirlo”, amarlo porque sabe lo que “se padece”
y, por ello, se compadece. “nadie comprenderá mejor al hambriento que quien lo
ha padecido”. Somos más humanos, orginales; somos "más hermanos".
Dice sabiduría: “la muerte es terrible para el impío (rico),”
que disfruta de la tierra con injusticias, para el que no sufre y además
pisotea al prójimo con tal de defender (se) su placer y comodidades; para el
que, en pocas palabras, es “cobarde”, porque no sabe o supo luchar por sus
ideales honestamente, más preciados que el mismo dinero y se aprovecha de los
demás; porque se queda en el confort y se acostumbró; “en lo que ve” y donde
Dios (justicia) no aparece, no le conviene que exista; en cambio para el justo
es hasta “deseable” porque no es fácil saber amar y lo hace; porque implanta
justicia, restituye, dignifica y le da más importancia a lo esencial, a lo que
le trae paz: “el amar”. El que hace esto ya tiene su felicidad anticipada, una
probadita de su futura cosecha. Por eso la muerte no es algo temible más que
“esperanza”, descanso después de una ardua jornada de trabajo en su paso por
este mundo. Se trata pues, y más con el dinero, de implantar justicia, el reino
de Dios; de usarlo para “amar”, dignificar…
El dinero es ese punto medio, el pretexto, el anzuelo, la
herramienta para poder ayudar o corrompernos y dividir más que sumar; para
sembrar muerte, odio, miedos con tal de conseguirlo. Así, tenemos la
oportunidad de fortalecernos o “destruirnos”; de ser, o egoístas o empáticos
con el hermano. Sólo el débil da su corazón, incluso la vida misma, al dinero,
pensando que es “lo esencial” y no un medio para “ser mejores” no sólo material
sino moral y espiritualmente.
Sólo hasta que se haya talado el último árbol, contaminado el último mar y muerto el último pez, el hombre entenderá que no se puede comer el dinero. |
El único gran rival y que puede estar por encima del dinero,
el que trae paz y seguridad, serenidad… es “el amor”. Curiosamente éste
atrae todo lo que necesitas o sabes luchar honestamente. Es el motivante puro y
el que ama sabe “usar” el dinero y no “quedárselo”. Sólo los vacíos le dan más
valor de lo necesario y lo “guardan”, se lo quedan en lugar de compartirlo y
hacerlo rendir para “ayudar”... son egoístas, solitarios.
¡Ojo pues! “ganar dinero” no precisamente te hace mejor
persona, al contrario, te puedes corromper y perder más oportunidades para tu
paz interior, para ganar a Dios, el reino (amor). “Gánense amigos con el dinero
tan lleno de injusticias”. (Lc 6, 9-15)
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